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jueves, 12 de agosto de 2010

MIRO

Miro lo que miro mientras me circunda lo que por ello siento. No soy capaz (ni lo he sido hasta el momento) de disipar algo de lo que en perfumes oscuros camina con la lengua al hombro. 

Miro y no me canso de seguir sintiendo, como en fogosas nubes se extienden los chiflidos abarcando el cielo entero. En un refugio yo chiquita aguardo mientras entre mis anhelos se conjugan esperanzas con duelo y la luna me trae rendida sus batallas que, en vana gloria, se enaltecen otros aires petulantes, y manadas de arreboles son forzados a mostrar amaneceres nada ciertos. Como la mentira menos fea es lo que se tiene como realidad ante la caída de los días; y los ojos míos que todo esto miran son sólo el reflejo impalpable e ineludible de todo y cuanto no he sido, de todo y cuanto me he dejado ser, de todo aquello que se extiende como en sombras mordorianas y criaturas con gemidos orcos, batallan y se mueven en son de un mandato tosco. 

A veces viene todo a mí, pero no conozco el todo y por esto corro y corro sin saber quien me sigue; a veces me detengo, tomo aire, caigo y me desvelo; no lo entiendo, cuando los gnomos hacia mí vienen persiguiendo mis pensamientos, como hormigas sobre el dulce en mí atentan. A veces no sucede nada, pero como tampoco conozco la nada, nunca sé entonces qué sucede. 

Miro lo que miro en la contundencia de mis días, como frutos de un manzano que visita un día la rosa, entonces todo se vuelve más absurdo, el ciego deseo de deliberarse en un grito profundo, la verdad y el arte, como la menos mentirosa de todas las mentiras. 

Soy cabal al decidirme en qué bosquejo de la idea que nace y muere me encuentro, si la mitad de mi ser no existe y la otra la desconozco. Como Fulvia, que siempre dice y dice aunque sin vida se encuentra… como todos los titanes y gigantes de siete leguas contra las almas naturistas del mismo manzano. 

Me detengo y sigo, como vicio de mis tendencias, resulta mas bien atadura, y me ato los pies a la tierra, ésta que es de mi sangre, que cubre las funciones y teoremas que rigen mi sistema, y mi sistema no soporta haya sido producto de algún manejo vacuo. Yo he nacido con los pies en la comarca occidental naturalista, con los ojos briosos puestos sobre la tierra y sobre el cielo que lleno de jirones y chiflidos se expande, con el espíritu ilustre de quien calla y no calla y se desvive en preceptos y leyes que intenta comprobar, de piel bien sana y limpia, morena del sol que día a día las entrañas me calienta, con fervor de mis antepasados creo y vivo lo que siento, y lo que siento, lo que miro, si es que bien miro, aunque puede serme ajeno, es mío y me conmueve. 

Como el puñal que hiere y mata, cada día lo que miro a todos malgasta. Todo se reduce a nada, como de todos y nadas nadie sabe he de descubrirlo. Ruvodico se fue de viaje y entre flores y estrellas se integró en lo que miraban sus ojos de cerdo aunque no quería mirar… 

Miro y todo lo que miro aunque mirable está no sé hasta donde es que miro, y entonces aunque de todo miro, miro la nada en medio. 

Ana Lía Casvar 2004

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