wibiya widget

martes, 21 de junio de 2011

II. La Fuga


PRÓLOGO:  Este escrito es la segunda parte de uno llamado Castillo Oscuro el cual no fue escrito por mí, dejo aquí dicho esto como aclaración y para que puedan leer la primera parte y entender la segunda.
 
Allí estaba, yo, clamando por una batalla, un manto surrealista en medio de una maraña en mis adentros. Caminaba descalza por aquel aposento oscuro y negro cuyas paredes de piedra se alzaban hasta casi el cielo y rechinaban sus ventanales abiertos con el viento congelado típico de la época. Afuera una luna pesada sonriendo malvada. Había un silencio moribundo y muy de lejos gritos de guerra nauseabundos que se mezclaban entre la lejanía y la soledad, la noche se abatía entre espadas, escudos y hombres muertos.

Yo caminaba despacio empinando ya mis pies descalzos a punto de esconderme por si acaso alguien inesperado se acercase descubriendo mi hazaña, qué se yo… Escuché de pronto unos pasos acercándose con misterio de guerrero y espada de asesino, no sabía si era acaso él, que respondiendo a mi llamado de algún modo desesperado sencillamente se estuviese reincorporando a mí como cuando nos uníamos antes de que perdiera conciencia. Opté por ocultarme en un pasillo más al fondo que albergaba pinturas de mi abuelo con mi abuela en su amorío reinoso y poseían ese aspecto lúgubre de mausoleo antiquísimo. Mis vestidos acariciaban el suelo con un cariño enigmático y un recelo espeluznante, eran largos y rojos como el pecado mortal, impecables eso sí, delineaban mi cuerpo a razón de fortalecer mi amor por él. Si le recordaba bien tenía que ser el día perfecto aunque siempre me arriesgué a un azar negativo hijo de alguna mala intención que brotase muy mezquinamente de alguna farsante musa quien fingiendo ser yo hubiese podido escabullirse entre los rincones de su ser, de ese ser que tanto amé desde el instante perfecto en que mis ojos pardos le rozaron la mirada años atrás.

Se acercaban más los pasos, con ritmo de curioso en pleno castillo empinado, en pleno silencio drenando cada gota insípida de mi ser, volviendo mis manos frías de nerviosismo y placer, yo envuelta en una niña pero cubierta por una mujer le añoraba locamente y le estaba esperando más exactamente desde hacía un mes. El último mes de mi espera, de mi condena.

De pronto cuando estuvo muy cerca pude detener mi oído que perspicaz captó el sonido de más pasos a la vez, pasos casi invisibles que venían tras los suyos
-¿Acaso un esclavo?- me pensé - ¿O será un sirviente tal vez?-

Pasaron unos segundos para que estuviesen casi vibrando en mi oído los cuatro pasos y al verle la sombra mis ojos brillaron con destello esplendoroso y hablé, me respondió la voz de su farsante amo, amo pretensioso, asqueroso hijo de algún rey pasado quien había pretendido a mi madre hasta haberla matado sin embargo y a pesar de mi ira guardé mi compostura le contesté de mala gana y con altanera locura, aguardé que el dictamen del oráculo cumpliera su predicción y sonreí al escuchar su espada pasarle el cuello con coartada y así rompiole una a una las capas de su piel a fin de atravesarle por completo y toda su cabeza cayó ahí mismo a sus pies… Los ojos de él llevaban fuego en la mirada, sin saber lo que pasaba había cumplido con su parte y la venganza se completaba ahí mismo sin dejar más estandarte que la sien de su amo tirada.

Me acerqué a tomar su mano, salí de mi escondite y llevaba mis senos empapados de sudor hormonal, me latía el corazón y retumbaba cual reloj de péndulo o campanada de Iglesia en pleno apogeo, lista para la ceremonia anual. Yo me miraba hermosa, juro que lo digo con modestia, llevaba aquel cabello largo ligeramente amarrado que caía por todos lados y el vestido que mi madre me había ocultado por tantos años para que jamás lo usase, era provocador en toda su expresión, rojo carmín con los hombros descubiertos, empezaba dos centímetros arriba del centro de cada seno y luego apretujaba hacia el centro de mi tronco, bajaban delicados sus encajes por mi cintura dejando entrever mi vientre de niña y seguía bajando mezclándose ya el encaje con el tul abriéndose y colgando hasta el final de mis pies cubriendo mis tobillos. Me cubría un manto, uno negro, como el corazón del más perverso y cochino criminal del pueblo. Necesitaba cubrirme, no podía verme nadie, si me descubriesen allí mismo me castigaba mi padre de por vida, yo su niña buscándose a su hombre, el hombre que años atrás de más chicuelos había seducido con tremendo beso... eso era una locura, me vería mi padre como la más vulgar mujer de calle sin embargo me tomé el chance y el atrevimiento, me jugué todo por entero.

He de contaros en mis tardes caminando por el castillo embrujado, era solsticio de verano, del verano ante pasado, había encontrado unos manuscritos viejos de antaño que se dirigían al Señor Rey, es decir a mi padre, detallándole del amorío futuro de su hija que según el oráculo estaba por darse, mi padre guardaba estos pergaminos con un recelo furioso, ese día por descuido dejó la gaveta de su escritorio abierta justo cuando me paseaba por allí, haciendo alguna pirueta para molestarle, su hombre de confianza le llamó de urgencia, en ese momento se quedó la gaveta descubierta ante mis ojos sin llave de por medio y una esquina del pergamino asomándose con destreza, no tuve más remedio que acudir a mi inmensa curiosidad, al leerlos me quedé perpleja y recordé aquel joven a quien había besado con tanta pasión años atrás, de alguna manera perversa yo sabía que todo había sido tan real y que mi hermoso caballero tenía que volver a aparecer como lo hacía entonces esta vez.

Salí de mi escondite y me quité el manto negro, sus ojos se clavaron en mis ojos y su espada cayó al suelo, se acercó a mí despacio y yo tan sólo me movía a favor de la fuerza con que me atraía a su ser, era mágico y poderoso, justo como lo indicaba la predicción, le tomé de sorpresa su mano y le dije:

–Vamos

Se agachó para guardar su espada y emprendimos una huída. Yo ya tenía casi todo planeado, corrí al final del último pasillo, él me seguía los pasos, abrí la puerta secreta justo al lado de la chimenea, se confundía como parte de la misma y la escondía un viejo escudo de mi abuelo, bajamos las diez mil escaleras sin que nadie nos viera, las paredes de piedra, el olor a incienso de muerto, mis cabellos moviéndose, yo tomada de su mano y él sudando con misterio y con placer de invierno, sin saber hacia dónde íbamos tan sólo siguiéndome. Llegamos a la entrada marítima del castillo, una casi sin uso que yo conocía, ahí tenía una góndola esperando de madera opaca y sus dos remos, yo misma la había preparado esa mañana y en ella zarpamos por el túnel secreto, aún con el corazón latiendo a mil y cubriéndonos con el manto negro, salimos del castillo desapercibidos, caía la noche en su máximo esplendor de luna llena, las estrellas ardían una por una en la lejanía, nos dejamos arrastrar por un riachuelo que nos condujo al centro de aquel bosque que con aquel espesor verduzco y sombrío daba ese aspecto gótico e índigo de noche gloriosa.

En la entrada seguía la batalla sin frenos, sangre salpicaba en cada escudero, espadas y sufrimiento. La noche teñida de rojo, el rojo de mi vestido ardiendo. Todo iba acorde, todo lucía a infierno.

Yo conocía una cabaña a la que iba de niña con la nodriza, se encontraba escondida en la montaña, era pequeña pero justa y exacta. Al llegar al medio bosque le dije:
–Aquí es
Durante todo este camino mi hermoso caballero callaba y sólo se sentía en el aire su libido furioso queriendo salir y yo sonreía como una loca enamorada, sin embargo en mi piel corría el susto por doquier. He de confesarles que atrevida siempre fui pero para ese entonces era mi piel intocable por el cuido exagerado de mi padre y porque nunca había encontrado a quien entregarme, mi susto se incrementaba, mi deseo lo aligeraba, suspiraba entrecortando mi respiración y de cierto modo sé que esto le excitaba y más aun el hecho de no saber en qué demonios metido estaba.

Sin más, caminamos por el bosque, conté las hiedras de camino debían ser diez, a la décima doblamos rodeando una colina y justo donde más sombra había estaba la puertita de la cabaña rodeada por un rosal que volvía la puerta casi invisible entre tanto verde y rojo, entre tanto natural. Al ver la puerta me volteé a mirarlo con unos ojos de puro hallazgo e ilusión, nos metimos a la cabaña en la cual ardía otra fogata, tenía ventanas diminutas redondeadas con vidrios multicolor, vitrinas similares a las de las iglesias, había un asiento de paja y una cama, la fogata, las paredes de piedra enlozada, me percaté que aún estaba descalza y mis pies se habían ensuciado, él sacó su jícara con agua y yo sentada en la paja allí mismo me lavó los pies, cada huella digital que me tocaba me hacía estremecer, le dije:

-Tal vez no sepas quién soy...

Me dijo:

-¡Calla! Yo jamás pude olvidarte desde aquel verano en Martina, ¿Te acuerdas hermosa mía?

Sonreí como en años no había sonreído, pues fueron años que dure esperando este cometido.

Al terminar de limpiar mis pies me miró fijo con una fuerza que me erizó la piel, me empezó a quitar restos de hojas de mis cabellos y su mano izquierda llego a mi cara con mucho cuidado, bajaron sus dedos hasta mis labios que rojos estaban buscando ser tocados, su mano derecha se había quedado en mi pie izquierdo, él estaba agachado, subió su mano apartando la falda de mi vestido rojo, subió por mi pierna como una seda que me partía por la mitad del gusto, yo ardía en deseo y en nervios, él lo sabía, llegó a mi rodilla se tambaleó unos segundos ahí, dejó caer la falda de mi vestido, me tomó la mano, me llamó a la cama. Mis ojos desprendían llamaradas, me tocó los hombros con una delicadeza incontenible, yo le miraba deshecha, acercó sus labios a los míos los mojé con total gusto delicadamente y los recorrí con mi lengua, ardían los cuerpos a pesar de que la temperatura yacía tan baja afuera. Comenzó a caerse poco a poco mi vestido y quedé en mi sencilla desnudez, mis senos se dispararon, mi piel se erizó, le desabroché su camisa, se la quité poco a poco le besé su espalda, su pecho poro por poro, bajé por su abdomen, utilicé un viejo truco y con mi lengua y labios logré soltar el broche de su pantalón, lo dejé en minutos desnudo con toda su masculinidad muriendo por traspasar mi femineidad, me estremecí, era mucho lo que sentía, me acosté en la cama utilizando mis artimañas sensuales de niña, él me siguió, se colocó encima de mí, su piel contra mi piel, y poco a poco su miembro me penetró haciendo del amor, el más suculento verbo que jamás pude siquiera imaginar que alguna vez iba a tocar, a sentir, a recibir ni a dar.... Exhalé un gemido, fue imposible contenerlo y antinatural no haberlo dejado ir. Me tomaba fuerte de las caderas, recorrió mis senos con su lengua voraz y traviesa, viajé al cielo y al infierno en un instante. Sudamos y nos mojamos juntos, toda la noche y toda la madrugada en nuestro lecho de amor, hasta haber dejado en mí el cúmulo más grande de su fruto en representación de un futuro embrión.

Desperté a la mañana siguiente en sus brazos sintiéndome la mujer más completa y llena de todo el reino y más allá. Le besé millones de veces y al despertar él me le volví a entregar uniendo nuestros orgasmos en el sello más humano y perfecto, en el acto más increíble de amor verdadero. Aún puedo sentir sus manos, su respiración bajando por mi piel, sus labios, su cuerpo completando mi ser. Aún siento sus cabellos entre mis dedos y escucho mis gemidos estremeciendo sus oídos e incentivándole el placer... Si es pecado mi acto yo he de dejar ver, que si es pecado mi amor al infierno iré y de él volveré, porque aún hoy puedo decir, después de tantas vidas, que aún soy de él y estoy aquí por él.

Nos volvimos a quedar dormidos, amándonos, unidos, hasta cuando el sol que ardía entre el frío, se ubicó en el puro medio del cielo y un golpe seco y malévolo nos sacó de un susto enorme de nuestro sueño... Escuché los corceles relinchando y a varios escuderos su espada sacando. Temí lo peor. Me escondí tras su cuerpo robusto, él no tenía miedo alguno.
Me dijo:

–Aguarda escondida bajo la cama

Y a la puerta se dirigió.

Fin de la segunda parte.

5 comentarios:

  1. Hola:

    Tu blog ha sido incluido en el “Directorio de Blogs de Escritores Costarricenses”:

    http://directorioblogscr.blogspot.com

    Si lo tenés a bien, podés enviar una breve nota con tu biografía y con la descripción del sitio.

    Se aceptan correcciones, sugerencias y quejas. Invitá a tus amigos y amigas a visitar y a leer.

    Si gustás, podés colocar un enlace del directorio aquí en tu blog. A la vez, te invito para que nos sigás mediante Google Friends Connect y en la página del directorio en Facebook. Este último es un espacio abierto en el que podés publicar contenido o anunciar actividades, entre otras cosas. Te invito a hacerlo asiduamente, para hacer crecer la comunidad de escritores blogueros, con contenido publicado por ustedes mismos.

    De paso, también te invito a seguir el blog “La Casa de Asterión”: www.asterion9.blogspot.com

    Saludos

    ResponderEliminar
  2. Ya incluí tu info en el Directorio. Como editor del sitio le hice algunos cambios.

    Sobre los comentarios para la obra propia, tanto aquí como en el grupo de FB, hay que tener paciencia. Y algo muy importante es la reciprocidad. Si uno comenta el trabajo de los demás, es probable que muchos hagan lo mismo de vuelta.

    Sería bueno que añadieras a tus contactos, que invitaras gente, y que visitaras otros blogs de escritores y dejaras comentarios.

    Vamos poco a poco.

    Saludos

    ResponderEliminar
  3. ¡Claro! Despacio se llega a lo eterno. Seguiremos en la labor diaria y trataré de visitar todos los blogs que me encuentro de los miembros del grupo. :)

    ResponderEliminar