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jueves, 12 de agosto de 2010

EL NIÑO (I PARTE)

En los umbrales de sus días, de los míos y de los nuestros… 
Era un niño callado, fijo, sentado y reposado en sus rodillas; con su mirada calmada, él estaba, lo mismo que podía ser a la orilla de un lago o río, en un rincón de un cuarto, o en la esquina de una calle desolada…en una escuela, en el parque o quizás hasta perdido en una montaña, este niño estaba; con bulla o con silencio, con alquien o con nadie, pues él su alrededor desconocía y cuenta no se daba de lo que sucedía. Mucho solía pensar entre tanto silencio, pero cansado se hallaba de eso, y solo quieto se encontraba. 
El viento le tocaba con delicadeza los poros de su piel, y con un poco de locura le alzaba los cabellos enredándolosy sacudiéndoselos; el niño no sentía nada, pues como si el tiempo detenido estuviera, él así respiraba. Su mirada era intensa, profundos y transaparentes sus ojos, azules, verdes, hasta color avellana entrecruzado con castaño, le daban tono de importancia; sus labios delineados naturalmente dibujaban en su rostro cierta lástima; sus manitas tiernas, dejaban sensación desesperada; y necesitados de cariño, sus cachetes rosados pero levemente apagados estaban. Siempre solo, siemrpe quieto, y su corazón le gritaba mudo que rompiera ese frío eco; era fuerte el niño, pues caso no hizo, y siguió paralizado, no lloraba, él desconocía ya las lágrimas, mucho no entendía, pero de entender él tampoco quería; quizás buscaba algo, quizás mas bien lo necesitaba, pero no lo sabía. 
Mil personas se pasearon ratos por su espalda, por su frente, otras por su lado; pero no dio ni una pestañada, era el niño temeroso, como cualquier otro, pero seguro aparentaba, y aunque la confianza había perdido, de la confianza se alimentaba… 

Ana Lía Casvar 2003

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