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jueves, 12 de agosto de 2010

Oye, amigo

 Un camino truncado de vida apasionada 
de chichas y desgracias 
que me envuelve la cigarra 
para hoy cantarme una canción 
porque no hay otra ocasión 
más eléctrica que esta 
que me encoje el corazón. 

Me revive una sensación gigantesca 
de correr despavorida 
hacia otra oleada fresca 
y mirarte con intención traviesa 
y burlarme de tus manos tan secas 
para tomarte despistado 
y bailar entrecruzados, 
aunque no existas ya aquí, amigo 
vente un día a jugar conmigo. 

Somos ya tan lejanos 
ajenos, distintos, casi hermanos 
paseas otros trechos, vagabundo 
ya no te reconozco ni moribundo 
Ebrio niño, ¡arriba tu ánimo! 
es imposible que desperdicies así otro año. 

Ya no existen los motivos 
ni excusas, ni casos fortuitos 
ya no hay depravación 
ni tronquitos, ni arenas ni excitación 
ya no puedes postularte 
mucho menos adularte 
quedaste atrás, mezquino. 

Pero siempre que esté el sol radiante 
entre el mar del recuerdo oxidante 
te extenderé la mano para que me acompañes 
porque chiquillo, eres del son de mis pasos 
a veces más corridos y más lentos a ratos 
amantes ambos de las noches congeladas 
y de lluvias cálidas, y travesías heladas 
y de soles enarenados 
y ojos entrelazados 

Amigo, niño, el tiempo se pasó 
y ahora te recuerdo y una sonrisa se me escapó 
no importa ya el pasado 
ni el clamor necio, aquel tan amado 
yo solo te invito a dar un paso 
y olvidarte de lo vano 
ven conmigo a la Atenas 
a reír y dormirte apenas 
a embriagarte entre acordes 
mientras tus ataduras cortes 
y libre ya puedas volar 
recuerda que no soy mujer pedestre 
sino como la de Benedetti 
que vivo tanto que pareciera soñar… 

Ana Lía Casvar 
Feb. 2007

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