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viernes, 24 de febrero de 2012

Ironía Imperante



He dicho cómo he dicho, he pensado y cómo he pensado, en las horas gastadas que gimen por piedad, se me clavan las palabras tratando de callar.

He dicho hasta aquí, hoy y un mañana, un ayer, he dicho con locura subterránea, de esa que se nutre de raíces y da a florecer las palmas, de flores de otros destellos, de asteroides, de carcajadas, de un bar Alcatraz se llamaba, en que un día sin más ardieron las orejas en reproche…

 Me tiembla el pulso, levanto el dedo en son de razón, qué razones tengo si no la burla pestilente que se mofa de mí. Y es cuando sentada observo el ocaso, el horizonte perdido, los bosques en llamas, la montaña a la que viajé astralmente buscando divisar mi morada, incluso a más de un retorcido manantial de letras acabadas de quien provenía de otras tierras lejanas, ¡OH! – Exclamo ya suspirando, ya lamentando el no saber dónde está el final o el inicio, ya aberrada, disfrazada de acero y ensimismada, con mi traje futurístico buscando la cura a esta enfermedad de madrugada.

El virus que me inflama las entrañas, que me juega en contra una realidad pagana, que aparece evidente cuando el reflejo me lo cuenta, ¿que soy de luz he creído? Que soy un polvo disperso, volátil y alérgico porque así he nacido. Creo que ahora que todo ha perdido el sentido absoluto y que las incoherencias son más y más intensas, que estoy en el último round y estoy desgastada, he querido darme por vencida pero soy terca y mal amansada, creo que es en esta contrariedad tan simple cuando doy ejemplo que ciertamente, lejos del sentido, todo está conectado.

Así rindo culto al comediante Valentino, sonrío. Recuerdo la filosofía encerrada en Egipto, siento paz. Soy el alquimista real, “me ubican dentro de lo marginal”1, ¿la pesadilla constante de mis ex parejas? Tal vez ni me recuerden y sea sólo una voz lejana entre juerga y juerga. Qué importa lo que soy, era, aun en el incendio más solapado, aun en la angustia más mortífera, siempre la matazón haciendo de mi cabeza trizas, siempre repasando, “vez tras vez repetía uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis. Había seis huevos en su nido”2, yo pasaba las páginas cuando el pajarito sonaba, entonces creí que eso era la vida, historias en un libro… De adolescente, la vida, la vida creí que era poesía, soñé que era amor de verdad y que me debía forjar por eso encontrar, daba tertulias, me burlaba de los hombres cínicamente porque todo su comportamiento y todas sus respuestas sensoriales me parecieron siempre más que obvias, era odiada por mujeres y criticada por señoras, siempre frugales féminas evitando la transparencia y la naturaleza… Sin embargo el amor se asomó sólo por segundos y luego moría en cada intento, creí que era inmune, musa inmune y eso me satisfacía.

En los primeros años una vez  tuve una curiosidad muy mía, sin maldad alguna, quería dibujar desnudos, entonces tenía cinco años, una niña, cinco años, familia extremadamente religiosa, ¿desnudos? Era la austeridad taciturna de mis deseos y pensamientos luchando por entender el mundo en el que me habían tirado, dije –Esto tiene que ser secreto –me esbocé algo momentáneo en la cabeza, efectivamente tenía que ser pareja, el complemento de género, luego tomé un papel y emprendí mi viaje, no entendía aun mucho de anatomía ni biología, mi mamá nunca me habló de nada de eso, nunca me explicó porque las mujeres tenían vagina ni los hombres pene, ni siquiera me había alguna vez mentado los órganos, seguro asumió no tutela por miedo a abordar el tema o incluso se imaginó que yo no tenía edad para eso, ironías, no tenía edad pero yo ya había nacido con vagina. Repito ironías.

No culpo a mi madre, así como la responsabilidad por cada acción emanada de mí sigue persistiendo en mí, ella pues venía ya con otro casete inducido, una manipulación cultural y familiar… En fin, yo dibujé, dibujé un hombre, admito me costó un tanto dibujarle sus partes íntimas pues nunca había visto a un hombre desnudo, ni mi hermano, ni un bebé, nada. Dibujé la mujer, absorbía lo más que podía de mi alrededor para poder exprimir en mi obra aquella aproximación lo más perfecta posible. Estaban uno al lado del otro en el papel, el hombre al lado derecho y la mujer al izquierdo, él tenía cabello corto, ella largo, no me culpen tan sólo era una caracterización sencilla producto de un paradigma social. Guardé muy bien mi dibujo y volví en diversas ocasiones a repasarle algún detalle, hasta que estuvo terminado.

Una vez terminado contemplé mi obra por largo rato siempre hallándole defectos. Siempre tan quisquillosa. Pero bueno a fin de cuentas era una niña esbozando un algo que no conocía con  completa exactitud ¿qué podía esperar yo a tan corta edad? Y dejé mi dibujo por ahí, no sé en dónde ni sé cómo ni por quién pero fue encontrado, naturalmente imaginen la revuelta en mis familiares, en otras épocas me habrían sacrificado con fuego, posiblemente hasta eso me hubiesen hecho en esos días pero cambiando el fuego por unos litros de agua bendita, -risa burlona- Ehm Disculpen… Prosigo… Sin embargo es en esos momentos incómodos de incomprensión en los que las personas o alegamos demencia o culpamos a otros, qué pena, tuve que optar por la segunda y cuando me preguntaron por mi obra dije que había sido mi primo, él es hombre y dos años mayor, lo pudieron regañar como máximo, nada terrible, pero quién iba a creer que una niña de cinco años dibujaba desnudos sin ninguna mala intención, tan sólo por tratar de plasmar sus ansias desesperadas por entender el mundo… Tristemente creo que omití dibujar por un tiempo luego de dicho incidente auto provocándome penitencia. Increíbles atrocidades. Lo sé.

Y volviendo a los temas que me abruman la cabeza, he de decir que me desvié bastante de lo que inicialmente estaba pensando o escribiendo, no siempre ambas de la mano, mis dedos tienen vida propia. Por otro lado he disfrutado contando mi historia, ahora aunque sigo sentada ya no miro la palmera bien sacudida por el viento de manera desprotegida, creyendo que necesito escribir porque si no la locura se va a apoderar de mis venas y se me va a salir un ojo por una combustión interna, no, al contrario ahora miro la misma palmera verde mojigata contrastando con el azul cielo potente y escondiendo tras ella un relieve quebrado y elevado que desteñido figura como color marca de agua, sin embargo la cortina, cedazo fino y oscuro, atenúa todo el panorama y sigo en mi edificio cuasi-moderno lleno de humedad hasta decir basta, en el mismo rincón de la fila, en el mismo escritorio, de espaldas, brindando por las deshonras que me parecían macabras y que hoy me causan gracia, pintándome los ojos para sonreírle al rubio o al otro, digo yo esto con cinismo pero en realidad exagero, no me llamo escritora pero supongo que si de etiquetas hablamos por ahí en alguna ramificación filóloga me acomodo, no a convicción pero a manera de pragmatismo, uno que se hace campo solo… Ah y como decía ustedes saben que los escritores son profesionales en el área, señalarme sería como “culpar al sol por salir de día”3. Aunque retomándolo seriamente a muchos mortales se les da por creerse dios últimamente, cada loco con su locura.

Termino mi sentada y prosigo con el día. Disfruten su estadía, aun queda buena tajada.

Ana Lía Casvar

1 Calle 13 “Prepárame la cena”
2 El Patito Feo
3 Calle 13 “Prepárame la cena”

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