He dicho
cómo he dicho, he pensado y cómo he pensado, en las horas gastadas que gimen
por piedad, se me clavan las palabras tratando de callar.
He dicho
hasta aquí, hoy y un mañana, un ayer, he dicho con locura subterránea, de esa
que se nutre de raíces y da a florecer las palmas, de flores de otros
destellos, de asteroides, de carcajadas, de un bar Alcatraz se llamaba, en que
un día sin más ardieron las orejas en reproche…
Me tiembla el pulso, levanto el dedo en son de
razón, qué razones tengo si no la burla pestilente que se mofa de mí. Y es
cuando sentada observo el ocaso, el horizonte perdido, los bosques en llamas,
la montaña a la que viajé astralmente buscando divisar mi morada, incluso a más
de un retorcido manantial de letras acabadas de quien provenía de otras tierras
lejanas, ¡OH! – Exclamo ya suspirando, ya lamentando el no saber dónde está el
final o el inicio, ya aberrada, disfrazada de acero y ensimismada, con mi traje
futurístico buscando la cura a esta enfermedad de madrugada.
El virus
que me inflama las entrañas, que me juega en contra una realidad pagana, que
aparece evidente cuando el reflejo me lo cuenta, ¿que soy de luz he creído? Que
soy un polvo disperso, volátil y alérgico porque así he nacido. Creo que ahora
que todo ha perdido el sentido absoluto y que las incoherencias son más y más
intensas, que estoy en el último round y estoy desgastada, he querido darme por
vencida pero soy terca y mal amansada, creo que es en esta contrariedad tan
simple cuando doy ejemplo que ciertamente, lejos del sentido, todo está
conectado.
Así rindo
culto al comediante Valentino, sonrío. Recuerdo la filosofía encerrada en
Egipto, siento paz. Soy el alquimista real, “me ubican dentro de lo marginal”1, ¿la pesadilla constante
de mis ex parejas? Tal vez ni me recuerden y sea sólo una voz lejana entre
juerga y juerga. Qué importa lo que soy, era, aun en el incendio más solapado,
aun en la angustia más mortífera, siempre la matazón haciendo de mi cabeza
trizas, siempre repasando, “vez tras vez
repetía uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis. Había seis huevos en su nido”2,
yo pasaba las páginas cuando el pajarito sonaba, entonces creí que eso era la
vida, historias en un libro… De adolescente, la vida, la vida creí que era
poesía, soñé que era amor de verdad y que me debía forjar por eso encontrar,
daba tertulias, me burlaba de los hombres cínicamente porque todo su
comportamiento y todas sus respuestas sensoriales me parecieron siempre más que
obvias, era odiada por mujeres y criticada por señoras, siempre frugales féminas
evitando la transparencia y la naturaleza… Sin embargo el amor se asomó sólo
por segundos y luego moría en cada intento, creí que era inmune, musa inmune y
eso me satisfacía.
En los
primeros años una vez tuve una
curiosidad muy mía, sin maldad alguna, quería dibujar desnudos, entonces tenía
cinco años, una niña, cinco años, familia extremadamente religiosa, ¿desnudos?
Era la austeridad taciturna de mis deseos y pensamientos luchando por entender
el mundo en el que me habían tirado, dije –Esto tiene que ser secreto –me esbocé
algo momentáneo en la cabeza, efectivamente tenía que ser pareja, el
complemento de género, luego tomé un papel y emprendí mi viaje, no entendía aun
mucho de anatomía ni biología, mi mamá nunca me habló de nada de eso, nunca me
explicó porque las mujeres tenían vagina ni los hombres pene, ni siquiera me
había alguna vez mentado los órganos, seguro asumió no tutela por miedo a
abordar el tema o incluso se imaginó que yo no tenía edad para eso, ironías, no
tenía edad pero yo ya había nacido con vagina. Repito ironías.
No culpo a
mi madre, así como la responsabilidad por cada acción emanada de mí sigue persistiendo
en mí, ella pues venía ya con otro casete inducido, una manipulación cultural y
familiar… En fin, yo dibujé, dibujé un hombre, admito me costó un tanto
dibujarle sus partes íntimas pues nunca había visto a un hombre desnudo, ni mi
hermano, ni un bebé, nada. Dibujé la mujer, absorbía lo más que podía de mi
alrededor para poder exprimir en mi obra aquella aproximación lo más perfecta
posible. Estaban uno al lado del otro en el papel, el hombre al lado derecho y
la mujer al izquierdo, él tenía cabello corto, ella largo, no me culpen tan
sólo era una caracterización sencilla producto de un paradigma social. Guardé
muy bien mi dibujo y volví en diversas ocasiones a repasarle algún detalle,
hasta que estuvo terminado.
Una vez
terminado contemplé mi obra por largo rato siempre hallándole defectos. Siempre
tan quisquillosa. Pero bueno a fin de cuentas era una niña esbozando un algo
que no conocía con completa exactitud
¿qué podía esperar yo a tan corta edad? Y dejé mi dibujo por ahí, no sé en
dónde ni sé cómo ni por quién pero fue encontrado, naturalmente imaginen la
revuelta en mis familiares, en otras épocas me habrían sacrificado con fuego,
posiblemente hasta eso me hubiesen hecho en esos días pero cambiando el fuego
por unos litros de agua bendita, -risa burlona- Ehm Disculpen… Prosigo… Sin
embargo es en esos momentos incómodos de incomprensión en los que las personas
o alegamos demencia o culpamos a otros, qué pena, tuve que optar por la segunda
y cuando me preguntaron por mi obra dije que había sido mi primo, él es hombre
y dos años mayor, lo pudieron regañar como máximo, nada terrible, pero quién
iba a creer que una niña de cinco años dibujaba desnudos sin ninguna mala
intención, tan sólo por tratar de plasmar sus ansias desesperadas por entender
el mundo… Tristemente creo que omití dibujar por un tiempo luego de dicho
incidente auto provocándome penitencia. Increíbles atrocidades. Lo sé.
Y
volviendo a los temas que me abruman la cabeza, he de decir que me desvié
bastante de lo que inicialmente estaba pensando o escribiendo, no siempre ambas
de la mano, mis dedos tienen vida propia. Por otro lado he disfrutado contando
mi historia, ahora aunque sigo sentada ya no miro la palmera bien sacudida por
el viento de manera desprotegida, creyendo que necesito escribir porque si no
la locura se va a apoderar de mis venas y se me va a salir un ojo por una
combustión interna, no, al contrario ahora miro la misma palmera verde mojigata
contrastando con el azul cielo potente y escondiendo tras ella un relieve
quebrado y elevado que desteñido figura como color marca de agua, sin embargo
la cortina, cedazo fino y oscuro, atenúa todo el panorama y sigo en mi edificio
cuasi-moderno lleno de humedad hasta decir basta, en el mismo rincón de la
fila, en el mismo escritorio, de espaldas, brindando por las deshonras que me
parecían macabras y que hoy me causan gracia, pintándome los ojos para
sonreírle al rubio o al otro, digo yo esto con cinismo pero en realidad
exagero, no me llamo escritora pero supongo que si de etiquetas hablamos por
ahí en alguna ramificación filóloga me acomodo, no a convicción pero a manera
de pragmatismo, uno que se hace campo solo… Ah y como decía ustedes saben que
los escritores son profesionales en el área, señalarme sería como “culpar al sol por salir de día”3.
Aunque retomándolo seriamente a muchos mortales se les da por creerse dios últimamente,
cada loco con su locura.
Termino mi
sentada y prosigo con el día. Disfruten su estadía, aun queda buena tajada.
Ana Lía Casvar
1
Calle 13 “Prepárame la cena”
2
El Patito Feo
3
Calle 13 “Prepárame la cena”
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