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domingo, 12 de febrero de 2012

La Igualdad



Que te alegras, me dices, que te alegras me repites… Es entonces cuando imagino tu cara de satisfacción y tu dedo señalador, sentado en el trono del faraón, sintiendo como recorre por tus venas la razón… Sí, a veces siento que eso denotas, sin embargo se te olvida tu participación en la nota, no quería recurrir a estas horas, a éste método tan cotidiano, tan pasado ya, tan normal, no quería tener que contarte que el final se dio por dos culpables, por mi traición y por la tuya, por dos lunas menguantes en simulacro de locura.

Disculpa que lo traiga como postre en la cena de finalización, disculpa que siquiera lo mencione, pero no te puedes quedar sentado observándome en vano, no, mi cabeza y yo tenemos una disputa, pero apartando el corazón es que me hago la muy puta, la que vende lo que tiene para sobrevivir y se olvida de lo que siente y así lo deja de sentir, se tatúa múltiples veces y deja de sufrir dolor, se vuelve retorcida con creces y cree que así está mejor… Pero siempre uno con el nombre de señor, la capa de caballero y una espada en vigor,  se asoma a escupirle con satisfacción, a disfrutar de sus pieles, a retorcer sus paredes y a luego quitarle la sonrisa con estupor creyéndose hijo de los dioses, guerrero inmaculado y sabio ruiseñor, creyéndose dueño de la paga karmática, de la sangre derramada por su justicia esperada… Creyéndose de la coartada, el moral ganador.

Es eso y nada más lo que en tus ojos rojos estalla ya, odio, hediondo y viejo, podrido y eterno, inflama tus entrañas y te hace elevar, porque al final sí era una batalla en la que necesitabas tu ego salvaguardar, hoy te mofas de mis lágrimas, como si fuese eso una gran hazaña, cómo me da pena saber que esa es la esencia que guardabas tras la máscara…

Me ha dolido la verdad afrontar, me ha dolido aprender, me duelen los segundos en medio de la nada, el clamor de la guitarra, las canciones  que en media batalla, me hacían peregrinar, y es fuerte el sufrimiento, y es intensa la incoherencia, sin embargo ante todo el principio no ha dejado su morada, hoy que tengo menos que la nada, sé que estás mal.

Que te alegras me gritas, que estás feliz en tu vida, que los demonios que desperté los has mandado a los confines, que soy la más puerca imagen de lo que concibes, qué lindo es que me trates así, cuando jamás te traté ni la cuarta parte de esa manera aquí… Sin embargo he de callarme los hechos que sí fueron positivos de mi transcurso fugaz, he de callarme la otra mitad que posiblemente sea esa que siempre escondes, que el silencio me ronde, que se vuelva mi himno, pero no cometeré igual vestigio, seré la que guarda las frutas enlatadas, la que deja su familia, su morada, la misma que se quedó sin nada…

Pero entre fantasía, agonía y realidad masiva sólo existe lo que me ha quedado, he aprendido a callar,  he aprendido a disfrutar mi soledad, aun en la más negra estadía en la que el alma le da la bienvenida, aun queriendo amortiguar las heridas con limón y sal… Sé que he fallado, sé que nunca lo dejarás pasar, sé que me he traicionado, sin embargo ya no puedo seguir mirando para atrás, y si te da alegría mirarme de rodillas cada noche, si te sientes feliz de verme vacía, de saber que mi vida está revuelta, que no sé si existo o si esta es mi vela, si todo esto cumple con llenar tu corazón, búrlate de mi desgracia, sé tu mejor fachada y disfruta ahora porque luego no sabrás absolutamente nada.

Con el tiempo a golpes sin acabar, he aprendido a no insultar, he aprendido a sonreír, he aprendido que todo puede acabar pero algo siempre vuelve a empezar, la vida, el día cero, la felicidad de a momentos, estás tan seguro de todo que no has contemplado cómo será, ¿estarás listo realmente?

Me has dicho que te alegras, me ha caído realmente mal, es como un comentario al azar que sólo refleja tu pobre satisfacción sobre el dolor de los demás, he querido decirte muchas cosas y me he aguantado con picante en la boca y una que otra cosa que me hace congelar. Me has mandado tantas olas, las resumiría en una sola prosa: el odio que me das… Y te meces en el columpio de la vida creyendo que ésta es por fin tu partida y te carcajeas hasta no dar más.

Es siempre y lo será, ironía en la comida con la que cada día me nutro las heridas que están a punto de sanar. Hoy te mofas victorioso, tu boca sabe mal, los besos que te apasionan son una vil costra que se lava con verdad, el fuego que te exhala lleva firma de otra dama, misma a la que tanto odio le propagas desde ya. Y crees que has ganado, que has recomenzado, que esta vez no fallarás, esto es lo que hoy te digo, soy culpable, soy testigo, pero no soy tonta ahora ni lo seré jamás. Si hay cosa que maldigo me reitero y lo repito, no te deseo el mal. Que me enoje, que me duela, que me arda en las venas, pero aquí la consecuencia es para todos por igual.

-¡Qué asqueroso estuvo el postre! – has reclamado

-Quiero otro, señorita, ¿es posible, es capaz?

Yo sonrío con melancolía, no sabías que la comida en el restaurante de la vida no tiene remplazo ni otro final que no sea en tu boca aunque el sabor sea a porquería, aunque te vomites noche y día, aunque me escupas con ira haciendo caer mi silla para no sentirte tu tan mal.

Ana Lía Casvar

2 comentarios:

  1. ¡Muy bueno! Qué buen final. Muy interesante, una mezcla de literatura y realidad disfrazada de palabras alegóricas. Muy grato leerte.-

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  2. Muchísimas gracias Ceci, es como decís, una mezcla, aprecio tu comentario. Yo también disfruto mucho leerte :)

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