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lunes, 27 de febrero de 2012

Labios de letargo, piel dormida



Algunas veces imperecedera es esa aberración
un alegórico chantaje vertiendo sucia difamación
y simulando lo pérfido en el montaraz reino de la casualidad excesiva
quien montando el caballo de guerra y buscando amnistía
viaja sosteniendo las riendas del camelo ocioso
¡Oh dulce melodía, buitre con pico contagioso!


La llamo así porque es onírico
todo aquello imaginable en un terreno elevado de deseos imperiosos,
obsoletos y absolutamente no verídicos
bailando en un paraíso perdido de celaje luminoso
el mismo construido en el más denso paisaje de la recóndita agonía
en la que se sufre a terciopelo serpentino una cruel apatía

Querrás preguntarme de qué hablo, pero es natural que ya lo sepas
¿a quién no le ha dado en diversas ocasiones ya por la cabeza?
El humo argentino rasgador de la inmaculada certeza
encapuchado primor, heroico señor de la intocable realeza


Condenadas las horas al divague fétido e inhumano
está en la demora que perezosa bautizó sus manos
esas que a arremeter contra el mundo
se convierten en tan solo un péndulo gravitatorio de un reloj de pared moribundo
inútil para pretender dejar su nicho,
ese mismo por el cual fue hecho, mismo para lo cual siempre ha servido

Y ahogándose en la bañera de la inutilidad escogida
es incapaz de siquiera darle vuelta al cerrojo y buscar la salida
porque se ha creído parte de la misma soñolienta ansiedad que lo culmina
una terrible contradicción, pues el guerrero en cuestión engorda a la bestia con su propia comida
y así se evita de por vida
abordar el coraje para crear su realidad más allá de su estúpida fantasía.

Ana Lía Casvar

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