Un camino truncado de vida apasionada
de chichas y desgracias
que me envuelve la cigarra
para hoy cantarme una canción
porque no hay otra ocasión
más eléctrica que esta
que me encoje el corazón.
Me revive una sensación gigantesca
de correr despavorida
hacia otra oleada fresca
y mirarte con intención traviesa
y burlarme de tus manos tan secas
para tomarte despistado
y bailar entrecruzados,
aunque no existas ya aquí, amigo
vente un día a jugar conmigo.
Somos ya tan lejanos
ajenos, distintos, casi hermanos
paseas otros trechos, vagabundo
ya no te reconozco ni moribundo
Ebrio niño, ¡arriba tu ánimo!
es imposible que desperdicies así otro año.
Ya no existen los motivos
ni excusas, ni casos fortuitos
ya no hay depravación
ni tronquitos, ni arenas ni excitación
ya no puedes postularte
mucho menos adularte
quedaste atrás, mezquino.
Pero siempre que esté el sol radiante
entre el mar del recuerdo oxidante
te extenderé la mano para que me acompañes
porque chiquillo, eres del son de mis pasos
a veces más corridos y más lentos a ratos
amantes ambos de las noches congeladas
y de lluvias cálidas, y travesías heladas
y de soles enarenados
y ojos entrelazados
Amigo, niño, el tiempo se pasó
y ahora te recuerdo y una sonrisa se me escapó
no importa ya el pasado
ni el clamor necio, aquel tan amado
yo solo te invito a dar un paso
y olvidarte de lo vano
ven conmigo a la Atenas
a reír y dormirte apenas
a embriagarte entre acordes
mientras tus ataduras cortes
y libre ya puedas volar
recuerda que no soy mujer pedestre
sino como la de Benedetti
que vivo tanto que pareciera soñar…
Ana Lía Casvar
Feb. 2007
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