Quisiera dejar de pensar en dimensiones, que mi
cabeza logre salir de esta condena que se limita a las coordenadas imaginarias,
creadas para abominar mi espíritu, hundirlo en el desafío de la inexistencia
forzada, creyendo que la vida es el acondicionamiento vacío e hipócrita que me
detallan estas paredes laminadas. Es injusto.
Pero qué es la justicia sino más bien otra
conceptualización creada. A este punto del sin sentido ya no necesito saber
nada, de los términos, del lenguaje ni de las palabras. Necesito simplemente
sentir, expulsar la contención con que se balancean estas fuerzas armadas y
emigrar a otra forma de vida, una menos conflictiva y más sencilla. Es
paradójico.
Una paradoja tan ridícula como inmaculada. Se
preguntará el pichón a como tal vez me lo pregunto yo “¿qué he hecho para
merecer esto?” Y sin embargo no se trata de merecerlo, se trata de
detenimiento, detener cada momento en una burbuja que explota y se une al aire
como el resto, de que las conexiones y
reconocimientos hagan su juego macabro en el cerebro para poder distinguir
mágicamente cada espacio, color, figura, sonido y movimiento. Se trata de
millones de células chispeando en mi ser cargado de energía, y vos que ahí te
quedas, ¿qué miras?
Miras el espacio que cerrando tus ojos puedes
contener como tuyo, el que siempre está en movimiento rojo, y sombras
inentendibles se trasladan en miles de direcciones, uniéndose y separándose,
como cosa de un ritmo altanero pero tranquilo. Sentirás que estás atrapado,
¿cómo no? ¿Cómo no ver el inmenso universo que se postra con la más simple
vaguedad ante tus ojos que no están viendo, ante tu ser que no es físico, ante
tu presencia que se ha vuelto una fantasmal creación especulando ya sin
necesitar nada. Libre como la más palpable libertad ensordecedora que no
necesita del vasto alimento humano. No somos humanos. Que NO.
¿Te has preguntado quién sos? Me he preguntado
a qué vine acá. Y tal vez y sólo tal vez, a veces hallo una respuesta corta,
vine a nacer, a vivir, a morir, a creer que había nacimiento, a creer que había
muerte y a creer que había vida. Vine a creer. ¿Para qué? Para ser. Para
saberme escapar de esta esclavitud. Vine a recodar y cuando recuerdo todo se
va.
Ana Lía Casvar
Marzo 19 2013
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